sábado, 9 de abril de 2016

Trayecto deshumanizado

El frío hace que el temblor de mis dedos haga al lápiz con que escribo dar sus primeros y torpes pasos en el vals de la escritura. Es entonces cuando, desde el asiento de un tren medio vacío que rompe su silencio con el murmullo de unos pocos trabajadores rezagados y estudiantes del turno de tarde, empiezo a sentirme invisible. Pájaros virtuales que cantan en jaulas de sentimientos mientras dos personas que van juntas se sienten a kilómetros de distancia entre ellas. Parece casi inverosímil que el único ser que aparenta sentir en este vagón sea el envoltorio de un dulce que grita su sufrimiento al ser arrugado, al ser tirado.
Ahora, volviendo al temblor de mis dedos, se calma y se transforma en un calor que, al contraste, hace sentir agujas que se clavan en ellos. Notas la calefacción y ves como yace un periódico deshojado en el asiento de en frente, frío, inerte. Vuelves a mirar donde el pájaro cantaba, las hojas se esparcen, el vagón calla.

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